ENTREVISTA A MIGUEL, ORFEBRE ALMERIENSE QUE EMIGRÓ A MADRID PARA APRENDER ESTE ARTE.
"He llegado a trabajar con oro, diamantes, zafiros y platino"
Miguel nació en Alboloduy (Almería) en 1939. Cuando tenía 11 años cogió un tren y se fue a Madrid donde vivía un tío suyo que tenía un taller de joyería. En ese momento no sabía ni leer ni escribir y su tío lo apuntó a una academia dónde el nivel era muy alto. Miguel aprendió a leer y escribir rápido para poder trabajar. Ya allí, en el taller empezó como chico de los recados, pero vio que podía hacer otras cosas y se inició en el dibujo algo básico para luego trabajar en la orfebrería. Así que empezó haciendo joyas sencillas hasta evolucionar e ir creando auténticas obras de arte tanto civiles como religiosas.
P. ¿Qué es para ti la orfebrería?
R. Es un arte que sino te gusta es muy difícil aprenderlo. Tiene que gustarte ese arte y recrearte en la vista, en el gusto y buscarle los defectos. A mí me buscarán defectos, pero yo también puedo buscar defectos a otros. El arte de la pintura, de cuadros son muy elásticos porque tu ves un Picasso y a mucha gente le puede gustar, a otros no tanto.
A mí la pintura que más me gustaba era Velázquez. Esa clase de pintura. Incluso Goya no me gustaba. Sacaba a todas las personas con pantorrillas y brazos muy gordos, caras feas… El más realista era Velázquez. Para mí, el mejor, eso en pintura. En relojería, sino te gusta no puedes ser un buen orfebre.
P. ¿Cómo has aprendido el diseño para hacer joyas?
R. Se empieza haciendo las cosas más sencillas. Te decían: “A ver, dibújame una hoja del campo o alguna flor. Hacías ese dibujo, un trébol de cuatro hojas. Había que darle como que salía y volvía la hoja o incluso un broche. Es ahí cuando empecé. Luego ya empiezas a perfeccionar más en otros aspectos. Yo por ejemplo me especialicé en broches, pendientes, sortijas
